A pesar del título, este post no trata de labores culinarias, ni siquiera de hortalizas o productos de la huerta.
La ensalada a la que me refiero es un género musical del siglo XVI que tuvo su máximo exponente en el músico tarraconense Mateo Flecha, “el Viejo”, cuyo sobrenombre pretende distinguirle en los anales de su sobrino homónimo, también compositor, al que la historia recuerda como Mateo Flecha, “el Joven”.
La ensalada, al igual que el plato del mismo nombre, combina distintos ingredientes de diversa índole en una misma pieza musical.
Por una parte, mezcla idiomas variados como el latín, castellano, catalán, francés, italiano y portugués.
Adicionalmente, introduce tanto elementos profanos como religiosos. Finalmente, trata tanto temas serios como cómicos.
Este abanico de tendencias tiene su equivalente en el tratamiento musical, dado que presenta frecuentes cambios de ritmo y una alternancia de las distintas voces que entran en juego: diálogos entre dos pares de voces, partes interpretadas en solitario…
En el currículum de Mateo Flecha figura el haber sido maestro de la catedral de Lérida a partir de 1523, y según su sobrino, el haber ostentado el título de maestro de capilla de las Serenísimas Infantas de Castilla, doña María y doña Juana, hacia 1547.
Prácticamente su obra conocida se reduce a las ensaladas, aunque también ha llegado hasta nosotros algún villancico suyo, cuya persistencia en el tiempo hay que agradecer al otro Mateo Flecha, “el Joven”, que las publicó en Praga (no sé por qué precisamente en dicha ciudad) en 1581.
Sin embargo, de las once ensaladas conocidas por sus títulos, solamente han sobrevivido hasta nuestros días seis: Jubilate, El fuego, la Bomba, La negrita, La guerra y La justa.